En un entorno de atención sanitaria, como un hospital o un asilo, la infección por Clostridium difficile (ICD) se puede propagar rápidamente al tocar superficies contaminadas o por el contacto de persona a persona.
C. difficile provoca una inflamación del colon que puede llevar a enfermedades graves y potencialmente mortales, especialmente en pacientes inmunocomprometidos o ancianos.
Las esporas bacterianas de C. difficile son resistentes al calor, a la deshidratación, a muchos desinfectantes y a la mayoría de los antibióticos, ya que los antibióticos, por sí mismos, inhiben solamente la proliferación bacteriana. En un entorno de atención sanitaria, como un hospital o un asilo, la infección por C. difficile se puede propagar rápidamente al tocar superficies contaminadas o por el contacto de persona a persona.
El problema es tan generalizado que la infección por C. difficile (ICD) se vincula a más de 30.000 muertes al año en los Estados Unidos, rivalizando con las 32.000 producidas en accidentes de tráfico.1
C. difficile es la causa más común de diarrea asociada a la asistencia sanitaria en países industrializados.22.
En Europa, el coste potencial de la ICD se estima en 3 mil millones de € al año, y se espera que esta cifra prácticamente se duplique en las próximas cuatro décadas3
Aproximadamente un 63 % de los casos de ICD se pasan por alto debido a que los médicos no suelen solicitar pruebas para las toxinas de C. difficile en casos de diarrea de etiología desconocida.4
Las toxinas de C. difficile son las que causan los síntomas de la enfermedad. Sólo una prueba que detecte la producción de toxina activa puede ayudar a determinar el curso del tratamiento
Los pacientes con C. difficile padecen calambres abdominales, diarrea, fiebre, mucosidad o sangre en las heces, así como niveles elevados de leucocitos.
A pesar de estos síntomas, en la mitad de los hospitales europeos sólo se detecta la ICD a petición del médico.5 Es más, cuando los hospitales realizan la prueba de la infección, más del 50 % sigue sin utilizar el procedimiento de análisis más preciso.5
Para poder identificar antes la enfermedad (y detenerla antes de que se extienda), la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ESCMID) han actualizado sus directrices para el diagnóstico de C. difficile.6
Uno de los principales cambios consiste en diagnosticar C. difficile en función de los signos y síntomas clínicos, en combinación con una prueba de laboratorio. Otras recomendaciones clave son:
La ESCMID recomendaba, asimismo, mejorar la administración de antibióticos, incluyendo la educación de todos los profesionales sanitarios, y políticas nacionales que garanticen la vigilancia, la prevención, el diagnóstico y el tratamiento continuados de la ICD.
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